¿Qué es lo que ocurrió en Suiza durante la 2ª guerra mundial? Esta es la pregunta que me hice antes de comenzar a investigar para este trabajo. Realmente me intrigaba saber cómo Suiza había escapado de la guerra de una forma tan impecable, cuando estaba rodeada por los países del Eje. Algo me indicaba que no podía haber sido tan fácil y que probablemente tenía que haber existido algún motivo más, aparte de su neutralidad, para que no fuera invadida por un vecino tan agresivo como la Alemania nacionalsocialista del momento. Un país tan bien situado estratégicamente y dotado de una barrera natural como los Alpes hubiera sido muy fácil de defender y probablemente se hubiera podido rechazar mejor la última ofensiva aliada.
Comienza el viaje
A comienzos de los años 30 muchas familias judías llenas de temores y que presagiaban algo peor comenzaron a huir del régimen hitleriano. El destino era variado, no obstante, Suiza se presentaba como una de las mejores opciones por su proximidad y por el gran prestigio que tenían los bancos. Estas familias judías, muchas de ellas asentadas, en un principio se llevaban todo el oro que tenían, para invertirlo en los bancos, pero más tarde se lo llevaban para poder negociar su libertad con los Suizos. Toda la riqueza que mayoritariamente estaba en manos de los judíos, fluía sin ninguna barrera a Suiza. Al comienzo de la guerra, Suiza se mostraba como un país radiante de prosperidad y respetado por todos, debido a su supuesta neutralidad. Lo que no podían sospechar los judíos que llegaron a ella, era, que serían devueltos a las autoridades alemanas, que anteriormente ya los habían identificado con una «J» en su pasaporte. El gobierno y los bancos suizos habían pactado ya y secretamente con la Alemania nacionalsocialista. Existía una estrecha colaboración entre Suiza y Alemania. ¡Quién lo hubiera sospechado!
Y así Suiza se convirtió en una trampa mortal para todas aquellas familias judías que veían en ella la última esperanza para sobrevivir. Al principio de la guerra no eran devueltos inmediatamente. Se les permitía quedarse una temporada en ese país neutral, para que tomaran la confianza necesaria y se dejaran allí todo su dinero depositado en las cuentas bancarias. Antes de la guerra se aceptaron refugiados, pero 30.000 aproximadamente fueron devueltos. Anteriormente habían sido estafados por los suizos, que incluso subastaban sus cuadros y títulos de acciones por precios desdeñosos. Los banqueros sabían que podían sacar más provecho de la guerra que de la paz.
Lo que ocurrió con las cuentas bancarias después de la guerra fue un verdadero negocio burocrático. A los hijos o familiares de las víctimas del holocausto se les exigía un certificado de defunción, para poder liquidar las cuentas, aún sabiendo, que eso era imposible, ya que en los campos de concentración no habían expedido jamás esos documentos. Y así todo el oro permaneció en los sótanos de los bancos suizos, que hicieron el «negocio del siglo». Poco después los bancos destruyeron todos los documentos para desmentir la existencia de esas cuentas a las personas que volvían para pedir su dinero. Muchos llevaban los números de las cuentas apuntados en cualquier trozo de papel. Simple y llanamente se les decía que esas cuentas no existían. Pero no solo los bancos se aprovecharon de esta situación. Los abogados y contables de muchos judíos se hicieron con su dinero pensando que estos habían muerto.
Los judíos también fueron una fuente de ingresos sin escrúpulos, por otra vía diferente. Me explico: los campos de concentración alemanes no sólo eran una vía de exterminio racial sino que, además, eran un negocio sin igual, que mantenía toda esa infraestructura de terror y que financiaba parcialmente la guerra. A las víctimas gaseadas se les extraían los dientes con coronas de oro, incluso antes de matarlas. Ese oro era refundido en lingotes y posteriormente enviado al banco central del tercer Reich en Berlín. Según las declaraciones de un testigo (arrancador de dientes) recogido en |«El oro nazi»: Todas las semanas se expedían dos maletas con ocho o diez kilos de oro.
También el oro expoliado a los países invadidos por los nazis era enviado al banco central. Adolf Hitler ordenaba el saqueo sistemático en el mismo momento, en que los ejércitos alemanes invadían un país. Eso ocurrió con las reservas de oro y divisas de los países ocupados como Polonia, los Países Bajos en parte, Checoslovaquia, Grecia, Letonia, Lituania, Noruega, Luxemburgo, Bélgica etc. La cantidad de toneladas en oro que fluyeron a la Reichsbank en pocos años es incalculable, y, sin embargo, no parece que fuera suficiente para mantener una maquinaria bélica tan costosa como la alemana.
¿Qué sucedió con todo ese oro?
Hay un hecho que confirma que Hitler estaba totalmente en bancarrota cuando Alemania atacó Polonia1. La gran desocupación que Hitler había remediado con la creación de innumerables puestos de trabajo en la industria armamentística, hundió aún más la economía del país. Ni siquiera con la anexión de los Sudetes y de Austria se pudo aliviar esta situación. Alemania necesitaba urgentemente dinero en efectivo para comprar las materias primas, que prolongaran la producción en las industrias armamentísticas destinadas ya entonces a la quiebra. La industria alemana dependía de materias primas de una importancia estratégica que no poseía en sus reservas.
Una vez comenzada la guerra, el dinero alemán no era aceptado por los países exportadores de estas materias primas. Hitler tenía que pagar en divisas y sobre todo en oro. Un ejemplo fue España, que exportó grandes cantidades de manganeso en 1943 a la Alemania nazi. El manganeso es un metal fundamental para la construcción de tubos de cañón y de fusiles. Ni que decir hay, que sin este metal la guerra hubiera acabado antes.
Por lo tanto Hitler necesitaba un banquero no sospechoso, que blanqueara todo el oro, que llegaba a la Reichsbank, en divisas. Los banqueros suizos se prestaron con gusto a tal negocio. En Suiza se sabía con certeza el dinero que había en Alemania antes de la guerra. Con lo cual ese oro debía de ser robado o tenía una procedencia como mínimo sospechosa. En ese momento se sabía, que podía proceder de los campos de concentración. Incluso en el Proceso de Nuremberg Emil Phul, que había sido citado como testigo y que era el encargado de negociar para la Reichsbank con los banqueros suizos, admitió que los suizos conocían perfectamente el origen de ese oro. Sin embargo, los banqueros negaron todas las acusaciones después de la guerra, afirmando, que ellos no podían saber de donde procedía todo ese oro y que no tenían porque haberlo comprobado. Los aliados decidieron presionar a Suiza, para que compartiera con ellos el botín de la guerra y el dinero que había obtenido de los judíos. Pero este hecho se olvidó paulatinamente por la incipiente guerra fría. Occidente necesitaba una Suiza y una Alemania fuerte, para sostener el mercado mundial. Incluso sospecha Jean Ziegler, que miles de millones ocultos en Suiza por la industria alemana, se utilizaron para financiar el milagro económico de la posguerra en la Alemania que prosperó inimaginablemente en pocos años.
Suiza fue la gallina de los huevos de oro
Esta afirmación me parece bastante acertada si se tiene en cuenta que para Alemania era tan indispensable como el comer. Por consiguiente, mi sospecha inicial ha tomado cuerpo y ya sólo falta saber en que más ayudó Suiza a Alemania.
1.Comenzaré con la colaboración en la industria armamentística. Las fábricas de armamento Suizas exportaron grandes cantidades de armamento a Alemania. El liderazgo de Suiza, incluso hoy, en mecánica de precisión, fue especialmente valioso para Hitler y los suyos. Los sistemas de mira de los cañones, las ametralladoras de precisión y los morteros, además de los cañones antiaéreos, fueron producidos en Suiza a marchas forzadas para el país vecino. La localización de estas fábricas suizas era otro factor decisivo, ya que se encontraban en terreno neutral y por eso no podían ser bombardeadas por los aliados. Esta situación se mantuvo así a lo largo de la guerra hasta pocos meses antes de su finalización. Suiza se vio forzada a cesar en su producción para Alemania, cuando los aliados se dieron cuenta de esta circunstancia y amenazaron a Suiza con represalias. En ese momento muchas de las fabricas de armamento en Alemania habían sido bombardeadas y Hitler necesitaba urgentemente armas de fabricas suizas como la de Oerlikon, que aún hoy existe y que es una de las más relevantes en el campo militar. Pero la cosa va aún más allá. Todas las armas que se quedaron en stock después de la guerra en Oerlikon, fueron revendidas a los países del Tercer Mundo en guerra.
2.La colaboración mancha también a la compañía ferroviaria suiza. Cientos de trenes cruzaban Suiza llevando a los judíos a sus correspondientes campos de concentración. Pero no sólo se transportaban judíos. Los nazis enviaban trenes cada diez minutos a través de los pasos alpinos, para traerse mano de obra esclava (sobre todo partisanos italianos), que mantuviera la producción armamentística en las fábricas. Los hombres escaseaban en Alemania, ya que la mayoría estaba enrolada en el ejercito.
3.Otro asunto que oscurece la moral suiza fue la escasa ética de los guías alpinos. Muchos judíos que querían llegar al país de la libertad (que ellos se imaginaban) pagaban grandes cantidades de dinero a los guías alpinos, para que los introdujeran clandestinamente en el país. Muchos fueron robados antes de llegar a su destino y otros perecieron en el intento a manos de los mismos guías. En un cínico intento de justificación algunos han confesado que eso era así, porque tenían miedo, de que Hitler los castigara por haber introducido judíos en el país.
4.Igual de condenables son los guardas fronterizos que rechazaban a los judíos y que se defienden argumentando, que cumplían con su deber. Sin embargo, y según el reportaje de TVE, existía una propaganda en Suiza que rezaba, que los judíos no serían exterminados, aunque todo el mundo lo sabía e incluso se condenaba a los que los ayudaban a atravesar.
5.Otro punto oscuro fue la firma alemena IG-Farben. Esta empresa suministraba el gas tóxico Zyklon-B a los campos de exterminio. En 1929 IG-Farben fundó en la ciudad suiza de Basilea una sociedad anónima llamada IG-Chemie. Posteriormente cambió de nombre para escapar a los controles de los aliados. En 1940 se llamaba Interhandel. Pero el misterio radica en saber, por qué la delegación suiza, en las negociaciones sobre las indemnizaciones de 1946 en Washington, afirmó, que Interhandel era una empresa exclusivamente suiza.